
Ayer Felipe se fue a París con su polola. Le pregunté cuándo volvían y me dijo que esta vez no era otro viaje de trabajo ni nada de lo que siempre acostumbramos hacer. Esta vez iba a Francia a hacer su vida, formar una familia, dar el paso de ser un joven a un hombre. Su cuento con la Sofía ya está más que armado. Hasta se le cayeron unas lágrimas cuando me contó lo de la guagüita que viene en camino.
Fue ahí donde no pude evitar preguntarme cuándo debo dar ese paso.
Alfredo está casado y le va bien, Matías se está separando, ahora Felipe se nos fue a Europa. Y pensar que en el liceo creíamos que íbamos a vivir todos juntos en esa casa antigua en Vitacura, disfrutando de un carrete eterno sin preocupaciones ni obligaciones. Pero ahora ya estamos grandes (¿o no?). Los 27 siempre fueron un limbo para mí, y lo sigue siendo ahora que los cumplí.
Una vez leí que uno no nace persona, sino que se va convirtiendo en el camino, pero yo no me veo ni cerca de eso. Aunque me va bien, tengo un buen trabajo, mi propio departamento, soy vaca sagrada en la agencia, e hijo menor del pez más gordo. Pero no sé, a veces creo que se me va el tiempo y que ya me está empezando a entusiasmar ese típico comentario de mi vieja (o quizás el de todas las mamás):
Joaquín, ¿Cuándo me vas a dar un nietecito?
¿Les pasa también?
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Tengo 2 hijos hermosos, 32 años y mientras más vieja, más feliz. Con las cosas más claras, con menos temores, con un discurso mas argumentado, pero no menos violento que el de la punk de 15 que fuí alguna vez... es bueno crecer. Salud!!!